Por: Raymundo M. Campos Vázquez
Estamos en un debate muy importante y deseable: ¿La desigualdad nos debe de importar? ¿Se debe hacer algo? La respuesta a ambas preguntas es un sí rotundo. Desde diferentes ciencias, como economía, sociología, psicología, biología, antropología, ciencia política, entre otras, se tiene un consenso claro: la alta desigualdad es nociva para la sociedad.
Ante el debate actual que tenemos es importante resumir lo que nos dicen diferentes resultados científicos. En este ensayo argumento las consecuencias negativas de la desigualdad en la sociedad. Evitaré aburrir al lector con demasiadas referencias, pero dejo hipervínculos para aquellos interesados y para respaldar las afirmaciones hechas aquí.
Ilustración: Víctor Solís
La desigualdad tiene consecuencias económicas
La realidad es que tener desigualdad alta afecta los resultados económicos. Hace tiempo los economistas creían que los beneficios del crecimiento económico llegarían a toda la población, por tanto no era necesario enfocarse en desigualdad, sólo crecimiento. Bajo este pensamiento, las políticas que benefician a los más ricos son buenas para la economía en su conjunto porque generan más crecimiento, que a su vez disminuye pobreza. Este “trickle down economics” ha sido desechado en los últimos años.
En particular, la evidencia muestra que no puedes tener crecimiento económico sostenido con desigualdad alta. En el libro de Jonathan Ostry, Prakash Loungani y Andrew Berg titulado “Confronting Inequality” se explica este hallazgo. Lo que hacen los autores es relacionar crecimiento económico con desigualdad para una muestra grande de países después de 1950. Ellos encuentran que países con alta desigualdad mantuvieron por menor tiempo crecimiento sostenido que países con baja desigualdad. De hecho, en su análisis resulta claro que la desigualdad es más importante que cambios en inversión extranjera directa, políticas comerciales, o institucionales para promover el crecimiento sostenido.
También se tiene que una mayor desigualdad hace que el crecimiento económico sea menos efectivo para reducir pobreza. Una sociedad muy estratificada implica que se tienen diferencias en educación, salud, mercados de crédito, entre otros. Por tanto, un episodio de crecimiento implica que los pobres puedan beneficiarse menos de él.
La alta desigualdad disminuye oportunidades de movilidad social. Esto a su vez reduce el potencial de crecimiento económico. Si el dinero con el que se nace importa más que el talento, esto implica que todos en la sociedad somos perjudicados. Lleva a que no veamos suficiente competencia económica e innovación científica, tecnológica y artística: ¿cuántos científicos y artistas no hemos formado por falta de oportunidades? ¿Cuántos negocios no se han creado? ¿Cuánto valor se ha perdido?
Se podría decir que si bien el tema es importante, cuando el gobierno toma una política redistributiva se afecta todavía más el crecimiento económico, de tal forma que en términos netos se pierde. Esto no es correcto. Investigaciones recientes descritas en el libro “Confronting Inequality” muestran que no hay pérdida. Una mayor redistribución de hecho tiene efectos positivos en el crecimiento. Por tanto, el nivel de desigualdad en un país no es algo que se da naturalmente, se trata de una decisión activa de política.
La desigualdad tiene consecuencias sociales
Nuestra propia evolución nos ha entrenado para preocuparnos por la desigualdad. Incluso, en estudios con animales se ha observado que tienen aversión a la desigualdad (explicados en los libros de Robert Sapolsky y de Keith Payne). Estudios antropológicos y económicos de diferentes culturas muestran que las personas tienen aversión a la desigualdad, aunque esto depende de la integración con el mercado de esa sociedad. Al analizar cómo reacciona el cerebro con imágenes de resonancia magnética (fMRI) se encuentra evidencia neurobiológica de que los humanos tenemos preferencias sociales con aversión a la desigualdad. En sociedades cazadoras y recolectoras, el acumular poder o activos diferentes a los de la tribu podía significar la muerte inmediata.
¿Qué implicaciones tienen esos resultados? Si tenemos aversión a la desigualdad entonces estamos muy pendientes de comparaciones sociales. Lo cual ocasiona ansiedad y estrés. Parafraseando a Daniel Kahneman, el Premio Nobel de Economía por relacionar la psicología con la economía, nuestro sistema 1 (el sistema automático de cómo reacciona nuestro cerebro) está programado para rápidamente asignarnos un lugar en la escalera social.
En un estudio fascinante en 31 países hecho por los investigadores Richard Layte y Christopher Whelan se muestra que en contextos con alta desigualdad se afecta la ansiedad y el estrés para toda la población, independientemente de si uno es pobre o rico. Para medir ansiedad usan la respuesta a la pregunta de qué tan de acuerdo se está con la afirmación “Algunas personas me ignoran por mi trabajo o ingreso”. Se tienen dos resultados clave: 1) Los pobres tienen más ansiedad que los ricos en todos los países. 2) Personas en países con alta desigualdad tienen más ansiedad que personas en países con baja desigualdad, incluyendo a los más ricos de cada país. A los ricos también les afecta su bienestar porque también es estresante estarse preocupando por la seguridad propia y de sus familias. Un estudio reciente con marcadores biológicos para medir ansiedad en lugar de preguntas de percepción encuentra resultados similares. En pocas palabras, la alta desigualdad es mala para todos en una sociedad.
Por un lado, una mayor ansiedad y estrés afectan nuestra salud. Esto ocasiona inflamación crónica de marcadores biológicos que dejan marca de por vida. También ocasiona que nuestro ADN envejezca más rápido. Estos aspectos llevan a que nuestro cuerpo no funcione óptimamente y que enfermedades y ataques al corazón sean más probables. Esto afecta a toda la población con desigualdad alta, aunque relativamente más a los más pobres.
Por otro lado, una mayor ansiedad y estrés también afectan las decisiones que tomamos. Se ha encontrado una relación con toma de decisiones riesgosas y con problemas de autocontrol. Esto lleva a ocasionar serios problemas en sociedades con alta desigualdad: embarazo adolescente, consumo de drogas, narcisismo, suicidios, baja autoestima, disminución de aspiraciones, entre otros. Estos problemas no son sólo causados por el estado físico de pobreza, sino también por la ansiedad de sentirse pobre o estar comparándose frecuentemente.
Un contexto de alta desigualdad nos lleva a pensar en un “nosotros contra ellos”. Es decir, evita la cohesión social: nos lleva a desconfiar de los demás y confiar a su vez en personas más “similares” a nosotros. Esta similitud puede ser en términos de ingreso, pero también en términos de género, edad y tono de piel. Esto tiene implicaciones graves para una sociedad: no hay acuerdo en la provisión de bienes públicos ni en el tipo de políticas a seguir para reducir desigualdad, si acaso se llega a considerar.
Después de lo revisado, espero que sea claro que sociedades con alta desigualdad tienen retos importantes para promover la movilidad social. Las familias pobres en promedio se enfrentan a más ansiedad y estrés lo cual afecta las habilidades que los hijos pueden adquirir. Si adicionalmente el sistema social y político no contrarresta ese factor con más y mejor infraestructura para educación, salud, seguridad, esparcimiento, pues tenemos un círculo vicioso de perpetuación de la desigualdad y estancamiento social.
La desigualdad tiene consecuencias políticas
Si no hay cierta igualdad económica en la sociedad, la democracia es inestable, facilita conflictos sociales y afecta su funcionamiento. Se quisiera pensar que las preferencias de los políticos representan una muestra aleatoria de las preferencias de la población en general. Pero la realidad es que no necesariamente es así por múltiples razones: por el número de partidos y la ideología de cada uno, porque en promedio se requiere cierto capital humano y de ingreso para participar como candidato para una elección, porque puede haber grupos de poder influyendo en decisiones de políticos, o bien porque grupos de poder económico participan directamente en el proceso político, entre otros.
Las sociedades con alta desigualdad presentan un mayor riesgo que el poder político se coluda con el poder económico. Y a su vez el poder económico tiene más incentivos para influir en resultados políticos: en términos de campañas electorales, de iniciativas de ley, e incluso en términos del discurso empleado en los medios de comunicación. Como se discute en un libro de Martin Gilens, cuando las preferencias por políticas entre ricos y pobres son diferentes, generalmente se llegan a implementar las de los ricos.
Este problema lo tenían muy claro las democracias antiguas, donde no había una clase media consolidada. En el caso de la república romana, se crea el Tribunado de la Plebe como contrapeso a las decisiones de los patricios en el Senado. En el caso de Grecia, la democracia no dependía de elecciones (donde se asumía que los ricos podían ganar mayor representación) sino en un sistema de lotería. Este sistema se siguió usando en diferentes partes de Europa medieval. El sistema de elección con sufragio relativamente universal como lo conocemos ahora es bastante reciente e inicia en el siglo XVIII. Este sistema favorece más a los que tienen más poder económico y conexiones políticas, y a su vez permite la perpetuación en el poder. Como se menciona en el libroCrisis of the Middle-Class Constitution: “la lotería está libre del sesgo aristocrático”.
La desigualdad también tiene otro problema en democracia, la polarización política. Esto nos lleva a no buscar consensos. En psicología social se le conoce como “realismo ingenuo”: “si yo veo el mundo como es y tú estás en desacuerdo, entonces: tú puedes ser un incompetente, o irracional, o simplemente maligno. En cualquiera de los casos no puedo razonar contigo” (cita del libro de K. Payne). En este contexto se mezcla la falta de cohesión social, y la falta de acuerdos para la provisión de bienes públicos discutida arriba. En resumen, nos perjudicamos todos por la falta de consensos políticos en ambientes con alta desigualdad.
¿Qué tanto queremos cambiar la desigualdad en México?
Si la desigualdad es mala, entonces ¿cuál es la desigualdad óptima que deberían tener las sociedades? Sabemos que no es un nivel de igualdad perfecta, pero la ciencia no tiene un número exacto. Sin embargo, sí podemos saber lo que la gente desea que fuera la desigualdad en su propio país. Para el caso de México, para un proyecto financiado por la Unión Europea y la Agencia Francesa para el Desarrollo, Aurora Ramírez, Alice Krozer, Rodolfo de la Torre, Roberto Vélez y un servidor (participación conjunta de investigadores de El Colegio de México y el Centro de Estudios Espinosa Yglesias) calculamos por medio de una encuesta nacional lo que la gente cree que existe de desigualdad y cuál es el nivel de desigualdad deseada. Preguntar desigualdad es complicado, así que seguimos estrategias de la bibliografía especializada y mostramos seis figuras de barras del porcentaje de ingreso nacional que se llevan cinco grupos en la sociedad divididos por ingreso. Con estos datos podemos calcular el coeficiente de Gini para medir desigualdad (este coeficiente, mientras más se acerque a 1, indica más desigualdad).
Los resultados son muy interesantes. La sociedad sí cree que tenemos una desigualdad alta, con un valor de 0.56. Este valor de desigualdad es uno de los más altos en el mundo. Más del 50 % de la sociedad cree que el 20 % más rico se lleva más de 80 % del ingreso nacional. En contraste, casi el 3 % cree que los ingresos están exactamente igual distribuidos.
Por otro lado, cuando se les pregunta a esas mismas personas cuál sería el nivel de desigualdad deseado se obtiene un nivel mucho menor: casi la mitad, con un valor de 0.31. Este nivel de desigualdad es el que tienen países como Alemania o Francia. Sólo el 25 % de las personas desea tener igualdad perfecta en ingreso. La mayoría de la población mexicana desea algo de desigualdad, pero definitivamente mucho menos que la desigualdad que tenemos actualmente.
¿Cómo podemos cambiar la desigualdad?
En el estudio previamente citado también analizamos cómo las personas creen que podemos obtener ese nivel de desigualdad en términos de impuestos. Creemos que pagamos 39 % en impuestos de nuestros ingresos, y desearíamos pagar solo 22 % de nuestros ingresos. En realidad estamos sobreestimando lo que pagamos de impuestos, puesto que lo que deseamos es aproximadamente el nivel de lo que se paga, de acuerdo con datos de SHCP. Sin embargo, en promedio las personas desean que los ricos paguen 41 % de sus ingresos en impuestos. Nuestros cálculos indican que esta tasa no es suficiente para llegar al nivel de igualdad deseada, tanto por el nivel de la tasa como por la insuficiencia de personas consideradas ricas. Existe alta incertidumbre para la población sobre quién es rico: preguntamos también eso a las personas y nos dijeron que en promedio cualquiera con un ingreso superior a 38 000 pesos es rico y que había 35 % de la población con ese ingreso. Lamentablemente, los registros no permiten calcular a ciencia cierta qué porcentaje de la población tiene ese ingreso, pero calculamos que no más del 3 %, aproximadamente.
Dada esta incertidumbre, en el reporte publicado por CEEY-COLMEX indicamos que un paso fundamental para poder cambiar la desigualdad en nuestro país es tener transparencia distributiva. Es decir, cuáles son los verdaderos ingresos de la población para poder estimar con mayor precisión los costos y beneficios de cualquier reforma fiscal.
Reflexiones finales
El expresidente de Estados Unidos Barack Obama definió hace tiempo al problema de la desigualdad como “el reto más importante de nuestros tiempos”. Era cierto cuando lo dijo y sigue siéndolo. Nuestro país requiere un nuevo pacto social que ponga en el centro los temas de desigualdad y movilidad social. La nueva ciencia de desigualdad tiene descubrimientos que debemos atender. La desigualdad tiene externalidades negativas para toda la población: tiene consecuencias económicas, sociales y políticas que nos afectan a todos, incluyendo a los más aventajados en la sociedad.
Fuente:https://www.nexos.com.mx/?p=48161&fbclid=IwAR2_xlW-iS634mdoyBoIuSEAIZQxJT1aLoJmwExo3Dlamz5Ox5gu5f7cqYk